El itinerario trazado por los 7 signos

 


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Tonalidad del comentario

 

Este comentario es una lectura renovada y original de los 12 primeros capítulos del Evangelio de Juan, que abarcan toda la vida pública de Jesús: sus encuentros, sus enseñanzas, sus conflictos y, finalmente, sus milagros.

 

Su fuerza está en su simplicidad, una simplicidad del todo joánica, que se basa en la relación invisible existente entre los 7 milagros descritos por Juan, a los que él mismo llama “signos” (el término griego “sèmeion” significa a la vez milagro y signo).

 

Presentándolo así ante nuestros ojos, el autor nos desvela el secreto del Evangelio de Juan: el Evangelio de Juan es un proceso, un itinerario; y los “7 signos” son la clave de interpretación que nos propone, por vía simbólica, “el discípulo al que  amaba Jesús”. Uno de los temas mayores del cuarto Evangelio es, en efecto, la fe.

 

La obra se presenta al lector como una larga e intensa Lectio Divina, cuyo estilo simple, de fácil acceso y de un alto nivel espiritual, le ofrece un texto muy teológico, riguroso y bien documentado.

 

Escribe el autor: “Los 7 milagros de Jesús, escogidos y relatados por Juan en su Evangelio, representan las 7 etapas del camino inicial del hombre hacia Dios, una enseñanza de Cristo, recibida directamente por Juan: el discípulo al que amaba Jesús”.

 

Y es así, siguiendo cada etapa representada simbólicamente por cada uno de los milagros, como Philippe Plet estructura su obra. El lector comprende bien pronto que cada milagro (de Caná hasta la resurrección de Lázaro, pasando por la curación del paralítico o el caminar sobre las aguas …) es una nueva llamada de Dios al alma (1). El autor va así explicando que el creyente (primer ciclo constituido por los tres primeros milagros) es llamado a ser discípulo del Señor (segundo ciclo, constituido por los tres milagros siguientes), para llegar, finalmente, a ser amigo de Dios (tercer ciclo, constituido por el 7º y último milagro: la resurrección de Lázaro, el amigo de Jesús).

 

El Evangelio de Juan da gran importancia a los símbolos: la luz, las tinieblas, el agua, el pan, la viña… Esta constante ha llevado al autor a vislumbrar que el pensamiento simbólico del Evangelista podría ir todavía más lejos: hasta estructurar, en itinerario de fe, el conjunto de cuanto se dice en los 12 primeros capítulos.

 

Los 7 secretos del Evangelio de Juan son una progresión pedagógica del creyente en su ascensión hacia lo más alto: ¡Ser amigo de Dios!

 

 

Una lectura renovada

 

El tema fundamental de los cuatro evangelios es la fe en Jesús. Sin embargo, Juan está atento a las distintas etapas de la fe, destacando las diferencias entre los primeros años y los últimos, aun tratándose siempre de la misma fe.

 

Siete milagros estructuran, pues, simbólicamente las siete partes distinguidas por Juan: el agua convertida en vino en las bodas de Caná (Jn 2, 1-12), la curación del hijo del oficial real  (Jn 4, 46-54), la curación del paralítico de la piscina (Jn 5, 1-18), la multiplicación de los panes (6, 1-15),  el caminar sobre las aguas (Jn 6, 16-21), la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-38) y, finalmente, la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-44). Nada parece vincular estos milagros de un manera particular, y sin embargo, su realidad simbólica ofrece, de hecho, un conjunto coherente.

 

Primer signo: la alianza inicial

Jesús llama al alma a seguirle, comunicando una suave embriaguez al corazón del creyente.

La fe tiene siempre un punto de partida. Incluso para los fueron bautizados poco después de su nacimiento, llega una edad en la que la fe se hace un acto libre y significativo. Las bodas de Caná representan, simbólicamente, esta primera llamada, cuando el hombre se hace creyente. El hombre toma conciencia de que existe verdaderamente Dios, de que “está vivo” y desea manifestarse a las almas. El sabor del vino nuevo de Caná es una evocación de la dulzura de esta primera experiencia de Dios.

 

Segundo signo: el aprendizaje de la humildad

Jesús enseña al alma a recibir los dones gratuitos de Dios sin exigirlos.

El creyente ha de seguir adelante en las primeras tomas de posición de su fe. Debe aprender a entrar en relación con Dios, según la manera que gusta a Dios. Preocupado por la vida de su hijo enfermo, el oficial presiona a Jesús a que le acompañe a su casa, antes de saber cómo el Señor piensa intervenir. Tal es el sentido de la lección que Jesús ofrece al oficial. Éste no puede pensar que Dios está a su servicio; al contrario, ha de dejarse conducir por Dios con toda confianza.

 

Tercer signo: la curación de la voluntad

Jesús cura al alma, paralizada por su excesiva dependencia del mundo. La fe descansa, en adelante, en la autoridad [la fuerza] de Dios.

El paralítico de la piscina yace en este estado a lo largo de 38 años. Ha hecho todo lo posible, según sus fuerzas, para permanecer en la fe. Pero le falta la fuerza que viene de Dios y que él no ha sabido acoger. Le ha faltado finalmente la confianza, dejándose influir demasiado por las realidades terrenas de cada día. Sin embargo, su esperanza no está muerta. Es el momento escogido por Jesús para revelarse y darle así esa fuerza que le faltaba para vivir su fe. Se trata de la curación de la voluntad. Este tercer signo representa, pues, la madurez de la fe.

 

Cuarto signo: el alimento que viene de lo alto

Jesús introduce al alma en la vida contemplativa.

La multiplicación de los panes es un símbolo típicamente "eucarístico". Este milagro representa el acceso a una comprensión nueva de Dios: Dios como fuente de la vida. Como Cana, este signo es una llamada; pero se trata ahora de dar un salto en la fe, que compromete al creyente de una manera determinante. Jesús le pide ser su "discípulo", esto es, consagrar su vida a Dios. El alma recibe la invitación sin lograr todavía responder positivamente, algo normal.

 

Quinto signo: salida de Egipto

Jesús muestra la necesidad de liberarse de las aguas del mundo y de sus agitaciones.

Caminando sobre las aguas, Jesús ofrece a sus discípulos el ejemplo de cómo han de comportarse con relación al mundo presente. El pan de vida, del signo anterior, ofrece ahora la posibilidad de caminar sobre el mar agitado de las contradicciones humanes, de los conflictos y de las limitaciones insuperables. Dios, conocido como fuente de la vida, es ahora el objetivo del alma y le comunica una nueva libertad. Sin embargo, los discípulos están asustados ante esta perspectiva. Será el signo siguiente el que permitirá al creyente llegar a ser un verdadero discípulo de Jesús.

 

Sexto signo: ver lo que esta oculto

Jesus cura al alma de la ceguera espiritual, que le impide reconocer el enfrentamiento de la luz con las tinieblas.

La curación del ciego de nacimiento representa la curación de los ojos del alma. Los ojos del creyente se abren sobre el misterio de la lucha entre la luz y las tinieblas. En el mundo se da, ciertamente, un verdadero  "poder de rechazo" de la verdad. Su búsqueda de la verdad, prepara al ciego a tomar parte progresivamente a favor de Jesus. Los fariseos terminan por considerarle un discípulo de Jesús y le excluyen de la sinagoga. En adelante, el que había sido ciego camina sobre las aguas: ha llegado a ser un verdadero discípulo del Señor.

 

Séptimo signo: resucitar a una vida nueva

El creyente tiene acceso a un amor que le permite rebasar sus propios límites de criatura. Es su nacimiento en Dios por la fe.

La resurrección de Lázaro representa la última etapa del itinerario de la fe: la muerte a sí mismo en vistas a una nueva vida en Dios. Lázaro, el amigo de Jesús, es la imagen del discípulo que llega a la intimidad con el Señor. ¡Se hace amigo de Dios! Esta etapa de la fe está dominada por el tema de la inminencia de la Pasión de Cristo. La espiritualidad de la Pasión se enraíza en el alma del creyente, admitido a participar también él en la redención del mundo. Los fariseos y los sumos sacerdotes deciden matar también a Lázaro. El destino del creyente se hace así el mismo de Jesús.

 

(1)  Vease mas adelante: "El itinerario trazado por los 7 signos".

 

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